La voz.

 


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Febrero 2023

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El objetivo del presente trabajo es realizar una aproximación psicoanalítica de la voz como objeto a, un punto desarrollado en el Seminario Posibilidad y obstáculos en la cura psicoanalítica que me interpeló en su complejidad, y supongo también a razón de no haberlo abordado durante mi carrera de grado. Mi apuesta es realizar un acercamiento a una primera lectura que establezca algunas coordenadas necesarias para esbozar de forma preliminar un recorrido que contribuya a la elaboración de mi tesis de Maestría en una ulterior investigación.

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La cura analítica es la experiencia de ver a través de la voz
 (Yankelevich, 2002, p.96)

 

A lo largo de su obra, Lacan procuró separarse de toda orientación genética en lo vinculado al objeto pulsional, e interrogó de modo estructural la relación que este objeto tiene con la función simbólica propia del ser hablante. En adelante, despejó dos objetos pulsionales que no habían sido articulados previamente: la mirada y la voz, y más bien parece ser que se trató de invertir los tantos. Lacan no toma la voz como origen mítico, ni como materia prima estructural que ulteriormente será domesticada por el lenguaje, sino que la presenta como un efecto, un resultado, un resto de la operación estructural. Lacan (2006) presenta la voz como una forma de a (p.272), en un punto en el que es sólo la reducción de la voz la que produce la voz como objeto (Dolar, 2007, p.50).

El objeto a, tal como dice Baas (2012) en una fórmula arriesgada, es esa parte del cuerpo que no es simbolizable, es esa parte del cuerpo que no ha sido ni puede ser digerida por la función simbólica. Aunque pareciera que es un objeto que depende de la experiencia, o que es dado en la experiencia misma (el seno, los excrementos, la mirada y la voz), este objeto debe buscarse, acorralarse, más allá de toda experiencia. Pertenece al ultra-mundo (p.41).

Para comenzar, es importante subrayar lo que Lacan (2006) afirma acerca de lo que constituye el soporte del objeto a al quinto nivel del recorrido pulsional: la voz debe distinguirse de la fonemización. En este sentido, la lingüística nos ha enseñado que no hay más que sistema de oposiciones, sustituciones, metáforas o metonimias (p.270). Una voz distinta de las sonoridades, no modulada sino articulada (Lacan, 2006, p.298). Aquí podríamos ubicar todo lo que la lingüística de la voz podría agregar sobre ella y su fenomenología, en su uso más común y cotidiano: como soporte de la palabra, de una frase o un discurso (Dolar, 2007, p.33). Los acentos de la voz, las entonaciones y sus timbres; las inflexiones, su modulación y las melodías. Incluso su carácter paradójico de ser absolutamente refractaria a la significación[1].

Ahora bien, si la voz no coincide con ninguna modalidad material de su presencia en el habla, ¿de qué voz se trata? Al decir de Dolar (2007), la voz es epítome de algo que no puede hallarse en ninguna parte del enunciado, ni del discurso hablado ni en su cadena significante, ni puede identificársela con su soporte material. El autor entonces propone hablar de una lingüística de la no-voz (p.35).

Recordemos que fue por la vía de las psicosis que Lacan comenzó a interesarse por las voces. Hay voces que provienen del otro y que conciernen al sujeto, que hablan en tercera persona y aportan la cualidad de lo Unheimlich. Por otro lado hay un bajo la forma del superyó, “la voz de la conciencia”; aquella voz que oscila entre ser voz demoníaca o voz de la órbita del deseo[2]. Lo que me interpela en este recorrido es precisamente esta voz, la que podemos tomar como elemento estructural constitutivo del sujeto, independientemente de sus manifestaciones psicopatológicas (Baas, 2012, p.42).

Es sumamente interesante el trabajo que Dolar (2007) realiza en relación a una forma rudimentaria de narcisismo adosado a la voz, donde el oírse a sí mismo y reconocer la propia voz en la primer manifestación de vida, en el grito y en el llanto del neonato, es por sí misma una experiencia anterior al reconocimiento en el espejo. Esto que es anterior a la imagen y que parece no necesitar soporte especular externo alguno, marca un precedente en la constitución del sujeto, un hecho pre-especular que nos indica la vasta dimensión narcisista que la voz plantea (p.54).

Sin embargo, al igual que ocurre en el estadio del espejo, este espejo acústico[3] está lejos de garantizar unidad. Lacan (2006) lo dice así: “con el grito que se le escapa al recién nacido, él nada puede hacer al respecto. Ahí ha cedido algo, y ya nada lo vincula a ello” (p.353). Este hecho pone en juego una escisión inevitable, una discordancia entre la voz y el oído; una ruptura narcisista, un corte en la presencia de la voz, una hiancia que implica un vacío que no es meramente una falta, sino un espacio vacante, en donde la voz viene a resonar (Dolar, 2007, pp.56-57).

Por esta razón en la clase del 22 de Mayo de 1963, Lacan utiliza al shofar para substantificar su transmisión respecto de la función del a al nivel de la voz. Este es un objeto ritual que no es un instrumento cualquiera: más allá de su esencia de ser profundamente conmovedor y de presentarnos la voz bajo una forma ejemplar en la que ella es potencialmente separable (p.266), el shofar ofrece un vacío, un espacio vacante, donde la voz resuena, y resuena para recordar[4] (p.271).

En la clase del 5 de Junio de 1963 Lacan dice: “no sabemos todo sobre el funcionamiento de nuestro oído, pero sabemos, no obstante, que el caracol es un resonador” (p.297). Y el resonador implica principalmente el vacío en el cual tiene lugar la resonancia (Baas, 2012, p.47). La voz en la enseñanza de Lacan (2006), la voz como objeto a, no resuena en ningún vacío espacial, sino en el vacío del Otro en cuanto tal, “el ex nihilo propiamente dicho” (p.298). Siguiendo a Baas (2012), no es el vacío óntico de un espacio no ocupado, sino más bien el vacío ontológico que, como tal, no es nada (o, mejor dicho, es nada) (p.47). Lacan es contundente: la voz resuena de la nada y en la nada. Una voz que resuena de la nada y que puede responder únicamente al “incorporar la voz como alteridad de lo que se dice” (Lacan, 2006, p.298).

En primer lugar, la voz del Otro debe considerarse un objeto esencial, objeto caído del órgano de la palabra, donde el Otro se configura como el lugar donde eso habla, y como analistas debemos seguir sus diferentes encarnaciones en la formación del superyó (Lacan, 2005, pp.83-84). En segundo lugar, la voz no se asimila sino que se incorpora[5] como alteridad del decir. Hay introyección de la voz, pero no en términos de proyección o introyección kleiniana: lo que hay es Einverleibung, identificación de la voz del tipo de la incorporación (Lacan, 2006 p.298). Podríamos decir que el efecto más claro de esto es nuestra propia voz manifestándose como ajena.

En “La voz de Yahvé”, Lacan (2006) declara que el nivel de la pulsión invocante “nos revela la función de sustentación[6] que vincula al deseo con la angustia en lo que es su anudamiento último” (p.265). Entendemos sustentación como la principal fuerza que permite que una aeronave se mantenga en vuelo. Es lo que le permite despegar, siendo la fuerza generada sobre un cuerpo que se desplaza a través de un fluido, de dirección perpendicular a la dirección de la corriente incidente. ​En simples palabras, la sustentación es la fuerza que posibilita que un avión vuele, vale decir, que un dispositivo ande.

A nuestro entender, en esta contundente frase mencionada en el párrafo anterior, Lacan está insinuando que existe algo a nivel invocante que hace andar la máquina. ¿Quiere decir que la voz como objeto a, en su función de ser resto extraño y ajeno que viene del Otro, que sólo responde al incorporarse como alteridad al decir, que resuena de la nada en el imperativo; quiere decir que la voz como objeto a sostiene, articula, vincula, al deseo con la angustia, permitiendo su anudamiento y que la aeronave neurótica ande?

Lo que venimos desarrollando nos da la pista de que la voz como resto de la operación estructural configura la neurosis. ¿Qué es lo que la voz calla? si es que calla, y ¿qué es lo que dice?, si es que dice. Esa voz muda e inaudible pero insoportablemente parasitaria, un silencio aturdidor que colma y vacía a la vez; ¿cómo abordarla en su relación última con el deseo y la angustia?

En su clase del 5 Junio de 1963 Lacan continúa diciendo: la voz “modela el lugar de nuestra angustia (…), sólo después de que el deseo del Otro ha adquirido forma de mandamiento. Por eso puede desempeñar su función eminente, la de darle a la angustia su resolución, llámese culpabilidad o perdón (…)” (Lacan, 2006, p.299).

Fuerte y compleja afirmación de Lacan, que introduce la culpa, el sacrificio y el perdón como experiencias que nacen al colmar con contenido la falta del deseo. Además, en esta voz que modela la angustia podríamos pensar que se esconde la metáfora del alfarero, donde lo que la voz hace es precisamente el trabajo de moldear, circunscribir, configurar el lugar de la angustia recubriéndola, de algún modo, con algo fenomenológicamente “tangible”. Podemos pensar que los fenómenos de culpabilidad y perdón son la contrapartida del deseo, un momento en el que el a pivotea hacia la estructura de un fantasma sin sujeto.

Siguiendo nuestra línea de trabajo, veníamos diciendo que existe una voz incontrolable en el sujeto, una exterioridad en el adentro: la voz imperativa del superyó Freudiano, que cae del Otro y que reclama obediencia o convicción (Lacan, 2006, p.298). Una voz que no es mera internalización de la ley sino “ley dotada con un excedente de voz” (Dólar, 2007, p.55). Tal como afirma Beretta (2020), la voz como objeto a se ubica entre el goce y la responsabilidad (p.57), entre el grito imperativo del superyó[7] y la Ley; una voz que viste la doble cara del superyó Freudiano: los ideales de la cultura y la voz demoníaca (Beretta, 2020, p.58); nuestro malestar en la cultura.

Debemos al psicoanálisis la aseveración de que la Ley y el deseo nacen juntos, precisamente a partir de la suposición de un padre mítico que goza de manera insondable (Lacan, 2005, p.88).  Sabemos también que la neurosis es inseparable de una huida ante los requerimientos de este padre, deseo que el sujeto reemplaza por su demanda (Lacan, 2005, p.89), precisamente algo a lo que atenernos en el transcurso de un análisis.

Esta voz no se sitúa respecto a la música, sino respecto a la palabra (Lacan, 2006, p.298). Implica que lo sonoro, lo audible, lo que se cree escuchar y lo que queda resonando, por ejemplo tras una sesión, pueda ser considerado en toda su complejidad y riqueza para pensar la pregnancia de lo que se escucha en un análisis cuando la mirada de los rostros ha sido depuesta y se escuchan los sonidos, las palabras y los silencios, por detrás o, también, desde el diván (Ghilioni, 2019, p.101).

En el Seminario 12, Lacan (1965) recuerda que en un análisis lo que es demandado es algo que el analista tendría, pero la demanda importa por estar en función de otra cosa. Es necesario que un analista se plantee el verdadero alcance de lo que le demanda el Sujeto: necesitamos detenernos allí, cuando ese objeto a se instala como efecto de la apertura donde se sitúa la demanda (p.57). Por lo tanto, el objeto voz ingresa en el entramado de la demanda en un análisis, comprendiendo una versión de la demanda en la que el sujeto le demanda al analista que hable. Allí, podríamos pensar que el silencio ingresa como elemento de intercambio en la relación transferencial: deseo, demanda, Otro (Ghilioni, 2019, p.107). La abstinencia se afirma como herramienta fundamental.

La investigación que por estas vías podría desarrollarse es de tal magnitud que no iremos hacia allí en este trabajo. Podrían ser diversas las vías de análisis donde articular la pulsión invocante y la voz como objeto como posibilidad y obstáculo en la cura psicoanalítica. El diván, la voz del analista, el silencio, los vericuetos de la demanda, el llamado al Otro, las derivas superyoicas y sus avatares en el dispositivo analítico, etc.  Son diversas las escenas que podríamos interpelar.

En los impases del deseo, la voz como causa hace una elaboración de lo real que insiste[8]. Pero cuando el objeto a está delante y no funciona como causa se manifiesta como voz infernal que toma cuerpo y toma al cuerpo en el momento de la angustia, (Beretta, 2020, p.58). Sabremos de la voz cuando toma cuerpo en la angustia: una voz que repercute en el cuerpo, que resuena en el cuerpo. Beretta (2020) nos dice que es esta voz infernal -entre el goce y la responsabilidad- la que es correlativa a la aparición del afecto y al corte que produce la angustia (p.56). Tal es la función de la voz como soporte de la dimensión fantasmática, teniendo en cuenta que el objeto a en el fantasma asume la función de sostener el deseo (Lacan, 2005, p.71). 

 


[1] Aun cuando la esencia de la voz implique una apertura natural hacia el significado (porque se expresa a sí misma), no contribuye a él. Por el contrario, la voz demuestra ser extrañamente resistente a toda significación (Dolar, 2007, pp. 26-27)

[2] Clase del 4 de Noviembre de 2022, dictada por el Dr. Beretta, A.

[3] Referencia a Acoustic Mirror de Kaja Silverman, 1988.

[4] Lacan (2006) nos enseña que en el sonido del shofar se halla la rememoración de un pacto de Alianza que se renueva. El recuerdo está todo él incluido en el sonido, y el sonido es lo que sostiene ese recuerdo. “Digamos que el sonido del shofar (…) es la remembranza ligada a este sonido” (p.271).

[5] Clase del 4 de Noviembre de 2022, dictada por el Dr. Beretta, A.

[6] Las cursivas son mías.

[7] ¡Goza!

[8] Clase del 4 de Noviembre de 2022, dictada por el Dr. Beretta, A.


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Baas, B. (2012). Lacan, la voz, el tiempo. Letra Viva.

Beretta, A. (2020). La voz de una carne desconocida y secreta (La voz y el instante de la angustia). PSICOANÁLISIS EN LA UNIVERSIDAD, (1), 53–70. https://doi.org/10.35305/rpu.v0i1.

Dolar, M. (2007). Una voz y nada más. Manantial.

Ghilioni, C. (2019). El diván en psicoanálisis. En las coordenadas del significante: la transferencia, la pulsión escópica y la pulsión invocante. [Tesis de Maestría, Facultad de Psicología, UNR]. http://hdl.handle.net/2133/21058

Lacan, J. (1965) Lección cinco, Problemas cruciales del Psicoanálisis (pp. 56-69). https://es.scribd.com/document/423857624/Lacan-Seminario-12-Sanmiguel

Lacan, J.  (2005) De los Nombres del Padre. Paidós.

Lacan, J. (2006) Seminario 10. La Angustia. Paidós.


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