El analista como partenaire en la urgencia.


Este escrito fue presentado el 5 de Septiembre de 2024 en el XVII Congreso Argentino de Salud Mental "La urgencia subjetiva. Clínica, sociedad y estado", organizado por la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM) en Buenos Aires, Argentina.

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Quizás el titulo de esta presentación quedó corto. Pienso que tal vez, a lo que nombré como El analista como partenaire en la urgencia, deberíamos agregarle: en la urgencia subjetiva. Veremos con el correr de esta presentación que decir esto realmente es una tautología, pero por ahora a fines de comenzar es importante introducir esta palabra que da nombre al Congreso: “subjetiva”. 

El hecho de que una urgencia sea subjetiva no va de suyo: es necesaria la intervención, la presencia, la inmixión de un analista en la urgencia para que esta pueda devenir subjetiva, pasar de ser una urgencia a una urgencia subjetiva (Seldes, 2019, p. 41).

¿Qué significa que una urgencia sea subjetiva? Bien, allí vamos. 

Quisiera detenerme en la noción de inmixión. Dijimos que es necesaria la inmixión de un analista en la urgencia. Recordemos que el término inmixión es un neologismo resultante de “inmixin of an otherness”, titulo (en traducción inglesa) de una conferencia de Lacan en 1966. 

Esto, “inmixing” que significa mezclar, mezclado, mixear, lo que quiere decir es lo que gracias al psicoanálisis sabemos desde siempre: que el sujeto no es sin estar mezclado con el Otro, no es sin el Otro; es imposible pensarlo como individuo, sino que está impregnado de Otro.

Ahora bien, estamos de acuerdo si decimos que en una urgencia hay algo que se presenta a modo de un goce autista: el sujeto en la urgencia aparece como fuera del discurso, fuera del lazo social, en un goce autista que no se dirige a nadie (Selder, 2019, p. 41).  Aquí es donde el analista entonces debe ocupar su lugar: ofrecer una dirección en esa urgencia que implicará para el sujeto la posibilidad de subjetivarla, que ella pase de ser algo a una urgencia subjetiva, a partir de la escucha analítica pero principalmente de la posibilidad de que el analista logre extraer algo del orden del decir del urgido en los dichos; rastrear la enunciación en lo que se está enunciando.

Esta acción, esta inmixion del analista lo que provoca es el desbarate del sentido que en la urgencia se presenta coagulado, total, certero, delirante. Así, lo que estamos diciendo es ni más ni menos que la presencia del analista apuntará siempre al inconsciente, y que el tratamiento de la urgencia implica el tratamiento del goce. 

En este punto es interesante el trabajo de Seldes (2019), ya que propone que no es la neurosis y sus mecanismos la figura que nos podrá mostrar el proceder de la urgencia, sino la psicosis y la demostración lacaniana de que todos somos delirantes.

El delirio, como bien sabemos, es una interpretación que le otorga un sentido total a algo que aparece, a algo que irrumpe en la vida cotidiana (Seldes, 2019, pp. 41-42). Así, en esa certeza delirante que aparece fijada en la urgencia, lo que aparece es un significante S1 único, o bien podríamos decir no un único significante pero sí significantes “contados con los dedos de una mano”, fijados, desabrochados, que “provienen como de lo real”, condensadores de libido.

El trabajo propuesto entonces en la urgencia subjetiva es una exploración clínica para rodear esos puntos en los cuales se encontró la certeza, en los cuales se produjo el desabrochamiento salvaje entre la cadena significante y el goce pulsional, en dirección a que el sujeto capte las causas de esa ruptura y las ponga a trabajar.

En su libro Seldes (2019) propone algo novedoso e interesante para pensar la posición del analista en la urgencia: recoge la idea de analista-trauma, que apunta a la idea de que, de lo que realmente se trata nuestro trabajo es de traumatizar el discurso común. Allí desde donde el analista se presenta como un partenaire es que traumatiza el discurso común con el fin de apostar al inconsciente, a la creación de un S2, de una nueva significación hecha de un saber que no se sabe. 

“Desde el punto de vista estructural, no fenoménico, el hecho de la urgencia se presenta como una cierta clausura del pensar” (Seldes, 2019, p. 20). Así, frente a la caída del saber que implica la urgencia subjetiva, frente a esa perplejidad y a ese tiempo que pareciera detenido en un presente, será necesario apostar al armado de un nuevo S2 que articule la cadena y que a su vez ponga a jugar un tiempo nuevo, un otro tiempo.

Desde el psicoanálisis esto no se trata de armar un saber desde el sentido común, al servicio de un discurso Amo con el objetivo de suturar el trauma, callarlo o inhibirlo. Por el contrario, se trata de acompañar - como partenaire- al sujeto en la construcción de un saber que es suyo, de su propio sentido libidinal: “Dichoso el caso en el que la urgencia encuentra como partenaire a un analista!” (R. Selder, 2019). 

Esta dirección de la presencia del analista en la urgencia implica el reverso de los nuevos paradigmas cientificistas, que apuntan a hacer desaparecer al sujeto en pos de mediciones y segregaciones hormonales. En este sentido es que decimos que la apuesta de nuestro trabajo es el paso de la urgencia a la urgencia subjetiva, del hecho al acontecimiento; del dicho al decir, del sentido común al trauma (Seldes, 2019, p….)

Avancemos un poco más. Decíamos que el analista-trauma es una noción que va a contrapelo del sentido común: no apunta a resolver el trauma o neutralizarlo, sino por el contrario a seguir las marcas del goce sobre el cuerpo, hacia la singularidad. Así, podemos pensar, siguiendo las líneas del autor, que el analista es un partenaire que traumatiza el discurso común para autorizar otro discurso, el del inconciente, ese saber que no se sabe.

En este punto es importante recalcar,  porque estamos hablando de lo que urge, que una intervención analítica de este tipo -osea, una intervención analítica propiamente dicha–  pone en suspenso por un instante lo que se sabe, es decir decanta una perplejidad en la cual el sentido que había no aparece, se desbarata hacia el sin-sentido. A este momento lo podríamos llamar “de espera”, de espera de sentido. Así es como el analista como partenaire introduce un tiempo que espera, un tiempo de espera en lo que urgía. 

Este modelo de la urgencia implica un agujero en el tiempo, un tiempo de eternización, por lo que si logramos no alimentarlo de nuevos sentidos se podrá producir algún significante qué ponga al tiempo en movimiento otra vez, para que el pasado pueda existir como tal.

Me interesa antes de terminar la presentación darle una vueltita más a esto que es el analista como partenaire. Dijimos que en la urgencia lo que aparece es algo que goza. También dijimos que el tratamiento de la urgencia es el tratamiento del goce, y que seguir la línea de su subjetivación implica seguir la lectura de este goce autistico en el cuerpo, porque no se puede gozar sin el cuerpo. Entonces, ¿podremos decir que donde hay goce no hay partenaire? 

 Que el analista se ubique como partenaire implica una cesión de goce, ¿estamos hablando del paso del goce a lo pulsional? 

Miller en este sentido afirmará que en el nivel del goce no se tiene partenaire humano sino un partenaire esencialmente a-humano, que no conduce al partenaire sexual. En el goce de lo que urge hay entonces una exigencia sin descanso, una demanda imperativa, absoluta, insaciable, que solo busca realizarse por medio de algo que le permite al cuerpo gozar de sí mismo[1]. Es Freud quien descubre que deseo y goce no encajan, que hay ruptura entre ellos. Del lado del deseo está el partenaire sexual, y del lado del goce el a-humano. 

Así, el partenaire sexual necesita del deseo del Otro, que en este caso es el deseo del analista que atiende la urgencia. (Mariela. Lavía). Es inminente “(...) Hacer con ellos el par”, nos enseñaba Lacan (SEMINARIO 10 P 160). 

Es por esto que si agregamos “subjetiva” a nuestro título se vuelve una tautología. Repasemos el título: El analista como partenaire en la urgencia. Si el analista se ubica como partenaire, esto convierte a la urgencia en subjetiva, en el acto. Que el analista esté como partenaire habla de que hay al menos dos, ubica un deseo en juego (el del analista en principio, el del pte en un segundo tiempo), y así se puede pensar en ceder un goce, levantar el deseo y poner el movimiento un otro tiempo. 

 

 


[1] http://www.psicoanalisisinedito.com/2015/08/jacques-alain-miller-la-invencion-del.html

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