El acto psicoanalítico.



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Julio 2023

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La propuesta del presente trabajo es realizar un acercamiento al concepto de acto analítico tal como Lacan lo trabaja en su Seminario XV -aún inédito- “El acto analítico” del año 1967 y retomando los aportes que realiza un año después en 1968, que serán compartidos a la comunidad psicoanalítica junto con otros en “Reseñas de enseñanza”, en el año 1984.

Nuestra apuesta será aproximarnos a lo que constituye al acto analítico en su especificidad, diferenciándolo de la puesta en acto en transferencia y de la interpretación; utilizando las preguntas propias como medio articulador de este concepto con otros posibles.

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En su Seminario XV Lacan introduce el concepto de acto psicoanalítico a partir de un recorrido que indica su diferenciación con otros tipos de acto y apropósito del testimonio de la ciencia sobre la ignorancia en la que está de su sujeto. Y es que un hacer tan semejante como el del acto analítico “implica profundamente al sujeto, en tanto lo que puede ser enunciado del sujeto como tal, vale decir, el inconsciente, es puesto en acto” (Lacan, 1967, p. 1).

En 1967 las preguntas que Lacan se hace al inicio de su Seminario en torno al acto como aquello que un psicoanalista dirige en su acción analítica, en la operancia psicoanalítica, son trasparentes y apuntan a discernir lo que el acto tiene de singular en la clínica. Se pregunta si el acto es acaso la interpretación; si es la transferencia como puesta en acto del inconsciente, y cuál es su parte en juego  en el dispositivo analítico, en un análisis (p. 19).

El desarrollo lacaniano se hunde en esa frontera sensible de la verdad y del saber de la que puede decirse que la ciencia parece ciertamente haber regresado a la solución de cerrarla (Lacan 2022, p. 759), y nos indica que el acto analítico se trata de “la conversión en la posición que resulta del sujeto en cuanto a su relación al saber” (Lacan, 1967, p. 16), admitiendo que existe allí una hiancia, una verdad que es irreductible.

 Siguiendo las preguntas lacanianas al inicio de su Seminario sobre el acto, sabemos que tanto la interpretación como la transferencia “están implicadas en el acto en la medida en que el analista da a ese hacer un soporte y una autorización: “está hecho para eso”, nos dice Lacan (Lacan, 1967, p. 48). Lo que “está hecho para eso” pareciera que aquí son dos cosas, el analista y el dispositivo analítico: la transferencia y la interpretación, sosteniendo y apostando al acto. De todos modos y sin confundir las semejantes dimensiones que convergen en un análisis, Lacan en su intento por despejar la extensión del acto analítico, recorre primeramente la dimensión interpretativa.

Esta dimensión de las cosas es la que funciona en la medida en que nuestra interpretación como analistas lee de otra manera una cadena que es ya una cadena de articulación significante (Lacan, 1967, p. 39). Aquí es donde encontramos lo que está en juego entre la cadena significante y la interpretación, en la medida en que nuestras intervenciones apuntan a un descifrado que produce un no-saber. Así, la interpretación por vías de un desciframiento va a encontrar en la cadena significante lo que aquel enunciante no sabía que había en la cadena misma[1], en otras palabras, lo que el analizante no sabía que sabía.

Sin embargo, nosotros muy bien sabemos que el saber falla en un lugar, y el lugar en donde precisamente falla el saber es el lugar de la verdad. Es aquí que Lacan (1967), siguiendo el trayecto del acto analítico, introduce un segundo movimiento: además del desciframiento de la interpretación hablará de la revelación de lo que estaba oculto hasta el momento, a modo de una placa sensible (p. 39). Hay algo del llegar a ser lo que es: el acto de lo que hasta entonces no ha advenido en el punto de falla[2].

Entonces, por un lado tenemos lo que se sabe y no se sabía; por el otro lo que se manifiesta siendo. Sin embargo la cosa no es simple ni sencilla. Acto e interpretación no se contraponen, más bien el acto analítico consistirá en algo que nosotros aquí llamaremos lo significante que se revela, o mejor aún la revelación de algo significante.

Esto que parece un juego de palabras nos indica un punto fundamental: que el acto analítico se constituye a partir de un trabajo significante que conmueve al sujeto en lo más íntimo de su saber y que nos revela algo del orden de su verdad irreductible. Por lo tanto, podríamos decir que desciframiento y revelación son operaciones que encontramos en el fundamento del acto analítico.

Lo dicho nos lleva a un siguiente paso: en primer lugar el analizante, el sujeto no es una imagen plana sino que “está él mismo en el interior” (Lacan, 1967, p. 39). Podemos decir que el sujeto es causado en sí mismo por el efecto del significante. En segundo lugar, en Reseñas de Enseñanza (1968), Lacan nos dice que el acto analítico es un “acto por reproducirse del hacer mismo” (p. 47).

Nos resulta muy interesante cómo Lacan ubica en estos dos  gestos la dimensión del acto analítico como un en sí. Que el sujeto esté él mismo en el interior, causado por lo que se desbarata (que es el significante); y que la consistencia lógica de un acto analítico implique un hacer tal que se reproduce en sí mismo, nos indica una presencia clínica muy difícil de asir, compleja en términos temporales, espaciales e imaginarios sin duda. Un tiempo lógico que no es parte del trinomio pasado-presente-futuro sino otro tiempo, el de la revelación de algo significante (tal como lo habíamos llamado) que se experimenta contadas veces en un análisis y que como acto “destituye así en su final al propio sujeto que la instaura” (Lacan, 1968, p. 47). Párrafos siguientes leemos: “ese en sí del objeto a que, en este término, se evacúa en el mismo movimiento con que cae el psicoanalizante por haber verificado en ese objeto la causa de su deseo” (Lacan, 1968, pp. 47-48).

 Pero miremos más de cerca lo que Lacan está situando. ¿Es el acto analítico efecto y causa de la destitución del sujeto supuesto al saber? ¿Lo que se revela en un acto es precisamente la caída del saber a nivel del Otro, y en el mismo movimiento una verdad del sujeto imposible de abrochar al significado? Lacan está afirmando que el acto analítico se consolida en la caída de un saber, al destituir al sujeto que la instaura. Según nuestra lectura, Lacan se está refiriendo aquí a la destitución del sujeto que indicó la tarea asignada, es decir, se refiere al analista. Gran afirmación porque anuda al acto analítico a la destitución del sujeto supuesto al saber.

Ahora avancemos un poco más. Veamos cómo Lacan (1967) formula algo clave sobre el acto analítico:

(…) hay ciertos puntos del saber que pueden ser siempre desconocidos,  hacen falla, y son precisamente esos puntos los que, para nosotros, cuestionan en nombre de la verdad. El sujeto está determinado en esta referencia de una forma que lo vuelve inapto (…) en su relación con el mundo, volviéndolo inadecuado en algunos puntos (…) Estos son los puntos que le conciernen en tanto sujeto sexuado (Lacan, 1967, p 39)[3].

Tenemos motivos para decir que Lacan en este párrafo se está refiriendo a algo que quizás indique la esencia del acto analítico, lo que posiblemente se encuentre en su centro, en su fundamento. Esta última indicación determina lo que un acto analítico es y lo que lo diferencia de otras operaciones psicoanalíticas, a saber, estar conectado íntimamente, y qué digo conectado…más bien hecho de aquellos puntos de desfallecimiento del saber que interrogan la verdad sexual del sujeto; el acto es una operación articulada que responde a una “deficiencia que experimenta la verdad en su aproximación al campo sexual” (Lacan, 1967, p. 27).

Parece entonces que lo que hace de un acto no reductible a otra operación analítica es la dimensión sexual de lo que está en juego, lo que concierne e interroga al sujeto en su estatuto de sujeto sexuado. Pero, ¿qué es lo que estamos diciendo con esto?

Seguidamente Lacan (1967) lanza una expresión que leemos algo así como ¡Y en este panorama se imaginan lo que implica que la transferencia se instale! (p. 40), que se instale un sujeto supuesto del saber sobre el analista, ¡quien tendrá supuestamente un saber sobre la verdad sexual del sujeto! Tremenda responsabilidad, precisamente porque el analista en verdad no sabe nada.

Fuera de lo que llamamos la manipulación de la transferencia no hay acto analítico posible (Lacan, 1967, p. 33). El acto analítico se da en transferencia: “se transfieren las ambigüedades a fingir en la posición del sujeto supuesto del saber [4]porque es el único acceso a una verdad de la que ese sujeto va a ser arrojado “(Lacan, 1967, p. 41). Y ya quedan resonando algunas palabras que consideramos importante subrayar: “fingir”, “único acceso”. Se trata de transferir a fingir en el analista un saber como único medio de aproximación a una verdad.

Lacan nos está hablando de ficción. Entonces, ¿en qué medida la fantasía contribuye, mediatiza o resguarda al sujeto de la ficción de que el Otro sabe, y que además sabe mucho? ¿Qué implica la dimensión fantasmática en estos términos, como materia prima del acto analítico? ¿Qué papel juega la fantasía en todo esto? ¿Cómo se juegan los hechos en lo particular de un analizante que también es analista, o que deviene analista? Es decir, ¿se podría pensar alguna salvedad en el análisis de los analistas? ¿Qué otros rasgos adquiere la ficción en la suposición del saber de un analista?

Un año después de su seminario, en 1968 Lacan nos dice que a partir de la estructura de ficción con que se enuncia la verdad, el analizante va a hacer de su propio ser pasto de producción de un irreal. Asimismo, señala que en el acto analítico se presume que el objeto a no llega más que en forma de producción, para lo cual el medio se sustenta aquí en el saber (Lacan, 1968, pp. 48-56). Entonces, este acto exigido en el campo del saber nos obliga a pensarlo en relación a lo que planteamos al inicio de este trabajo: que el dispositivo analítico y la transferencia soportan y sustentan una ficción, un enjambre de fantasías y elucubraciones que permiten un saber que se debe conmover para que un acto se instale revelando una verdad incurable.

Así, concluimos que el acto analítico va más allá de la dimensión de la interpretación y de la transferencia, que no se confunde con ellas: el acto las reúne en un modo de ordenar un hacer en la dirección de la cura[5].

Podríamos decir que quizás por esto la entrada en análisis y el fin de análisis se presentan como los modos más paradigmáticos de acto analítico[6], porque implican la puesta en acto de un modo de interrogar al saber, a partir de lo cual la transferencia operará en favor de sí misma y también para hacerse caer. Hacerla caer necesariamente porque sabemos que no hay en ninguna parte sujeto supuesto del saber: sólo hay “lo que resiste a la operación del saber haciendo del sujeto, a saber, ese residuo que podemos llamar verdad” (Lacan, 1967, p. 40). Estrictamente allí en la caída es que puede surgir la pregunta por la verdad.

Si seguimos la filiación Aristotélica trabajada en las clases para acercarnos a la problemática del acto analítico lacaniano[7], podríamos admitir entonces que para que haya acto analítico resulta imprescindible la potencia de una impotencia, la caída del saber en verdad para que el acto le dé su forma a la pregunta por lo sexual propiamente del sujeto. Esta pregunta circunscribe lo que Lacan (1967) menciona como “el carácter irreductible del acto sexual a toda realización verídica” (p. 27). ¿De esto está hecho el acto psicoanalítico, del hecho de que no-hay-relación-sexual? ¿Se podría pensar la fórmula de la no relación como articuladora del acto analítico, la transferencia y la posición del sujeto supuesto al saber?

En sus Reseñas de Enseñanza (1968), Lacan sostiene que una vez emprendido el proceso de un análisis, no existe ninguna diferencia “entre el sujeto que se entrega a la subversión hasta producir lo incurable donde el acto encuentra su fin propio, y aquello que del síntoma cobra un efecto revolucionario (…)” (pp. 56-57).

Semejante afirmación nos lleva a subrayar la idea de un sujeto entregado a la subversión, es decir al acto por el cual se pretende cambiar o alterar por completo el orden establecido, al revelarse lo que es “la piedra del escándalo: la falla descubierta del sujeto supuesto al saber” (Lacan, 1968, p. 48); un incurable puesto a producir, el acto de un modo nuevo de estar en el discurso que deja una marca imborrable en el sujeto después de la cual ya no será el mismo.

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Creemos haber realizado una breve aproximación a lo que un acto analítico es evitando confundirlo de otras dimensiones de la clínica psicoanalítica. Los múltiples puntos con los que un concepto de tal magnitud puede articularse se presentan como espacios abiertos a la producción investigativa y a un desarrollo que requiere profundización y complejidad. Esperamos seguir abriendo el camino por estos lugares en un momento ulterior. Mientras tanto, como dice Lacan: “Laissez faire”, dejemos hacer al analizante lo suyo.

 


[1] Notas propias de la clase del 1 de Julio de 2023 dictada por Prof. Carlos Basch.

[2] Notas propias de la clase del 1 de Julio de 2023 dictada por Prof. Carlos Basch.

[3] Este párrafo fue modificado por mí a fin de contribuir al sentido de mi reflexión.

[4] Las cursivas son mías.

[5] Notas propias del Curso dictado por Prof. Miriam Valci, equipo Praxis.

[6] Según lo trabajado en la clase del 1 de Julio de 2023 dictada por Prof. Carlos Basch.

[7] Notas propias de la clase del 1 de Julio de 2023 dictada por Prof. Carlos Basch. Doy por sentado en el lector la noción acerca del desarrollo Aristotélico sobre potencia y acto.

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  REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Lacan, J. (1967). El acto psicoanalítico. Kriptos

Lacan, J. (2022). Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconciente freudiano. En Escritos 2 (pp. 755-787). Siglo veintiuno.

Lacan, J. (1984). El acto psicoanalítico. En Reseñas de enseñanza (pp. 47-58). Manantial.


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