Alienación y separación: el salto lacaniano.
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Septiembre 2023
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La propuesta del presente trabajo es la exploración y la profundización teórica de las operaciones de alienación y separación abordadas por Lacan en la década del 60’, en el marco del Seminario “Función y genealogía en la conceptualización lacaniana” dictado por la Dra. Vassallo, Sara. Nuestro objetivo será construir un saber respecto de estas dos operaciones fundantes del psiquismo. Si bien su abordaje ha sido trazado durante la carrera de grado, nuestra apuesta para esta maestría es ir un poco más allá para complejizar y afianzar conceptos relevantes de la teoría psicoanalítica. Intentaremos limitarnos a este desarrollo y dejar para lecturas posteriores aquello otro que llame nuestro interés.
I EL SALTO LACANIANO
Podemos introducir
la alienación lacaniana a partir del gran
salto que produce esta noción con respecto a las elaboraciones de mediados del
siglo pasado. En principio, el término alienación
en la obra de Lacan tiene referencias psiquiátricas y filosóficas: por un lado,
recoge lo que la psiquiatría francesa tradicional concebía como locura, la aliénation mentale como un estado de
parcial o completa enajenación mental, debilidad mental o trastorno; por el
otro, recoge ideas filosóficas vinculadas fundamentalmente a Hegel y a Marx por
vía del término alemán Etfremdung (Muñoz,
2011, p. 102). Si bien Lacan “recoge el guante”, propone una nueva versión de alienación que implica un giro
epistémico para su época.
En
relación a las referencias filosóficas que rodeaban el trabajo de Lacan,
podemos indicar que el concepto de alienación nos lleva con inmediatez hacia el de alteración, planteada
en dos sentidos: 1) como transformación de la cualidad actual de una cosa, y 2)
como transformación de una cosa en algo diferente (Ferrarter Mora, 1965, p. 85). En modo general, la alienación se
caracteriza entonces por la transformación de las cosas.
Así, aplicando la terminología
Hegeliana la alteración nos indica la acción y el efecto de un alterarse (Anderswerden),
por el cual un ser en sí se
transforma en su ser en otro (Anderssein).
De este modo, la alteración hegeliana
no anula jamás lo que había antes; se conserva siempre algo, queda un
resto, e indica el resultado de una historicidad (Ferrarter Mora, 1965, p. 85).
Por otro lado, desde
una lectura marxista podemos sostener que la alienación será definida a partir de la dependencia al Otro, un
Otro capitalista que dominaría al sujeto trabajador a modo de Amo. En el
enfoque marxista la alienación retoma las elaboraciones hegelianas pero alude a
las distorsiones que causa la estructura de la sociedad capitalista en la
naturaleza humana (Muñoz, 2011, p. 102).
Sin embargo, lo
desarrollado por Lacan en torno al concepto de alienación implica un giro total para su época y para tiempos
ulteriores, especialmente lo trabajado en sus elaboraciones de la década del
60’, ya que es allí donde el concepto se desprende completamente del sesgo
imaginario. El salto será, en primer lugar, el hecho de que la alienación implique una operación
constitutiva fundamental en la dialéctica del sujeto y no un accidente que podrá
ocurrir en la vida del ser hablante. No nace de otro aunque sí en un campo Otro,
y esto “no hace aquí sino motivar la razón por la que ningún sujeto puede ser
causa de sí” (Lacan, 2002, p. 799), estableciendo en esta operación la división
lógica que produce el significante sobre el sujeto, y no una relación que tiene
en su raíz, por ejemplo, la dominación de un otro.
En este sentido, el
salto lacaniano se afirma en una ética de cierta liberación alienada[1], en
la que “(…) la alienación es cosa del sujeto. En un campo de objetos, no es concebible
ninguna relación que engendre la alienación, si no es la del significante (…).
No es pues que esta operación tome su punto de partida en el Otro lo que hace
que se la califique de alienación” (Lacan, 2002, p. 799), sino más bien la
relación precisa del sujeto con el significante, y el hecho de que el sujeto no
puede sostenerse ahí: “pues hay o bien petrificación
a un significante, o bien afánisis
(…)” (Muñoz, 2011, p. 105).
Tal relevancia
tiene el concepto de alienación en Lacan que está ahí precisamente para indicarnos
la operación por la cual el sujeto se divide a causa del significante. El
sujeto entonces es un hecho del
significante, su efecto, y esto implica sostener que el significante es
anterior al sujeto. Veamos cómo lo plantea Lacan (2002) en Posición del inconciente: “Efecto de lenguaje por nacer de esa
escisión original, el sujeto traduce una sincronía significante en esa
primordial pulsación temporal que es el fading constituyente de su
identificación. Es el primer movimiento” (p. 795). Podríamos decir que esta es
una de las definiciones que Lacan da de alienación,
indicando evidentemente un salto considerable respecto a las
conceptualizaciones de su época, no sólo en lo relativo al concepto sino en
torno a lo que el sujeto no es.
II ALIENACIÓN: LA PÉRDIDA DE SER EN LA DIALECTICA DEL SUJETO
Siguiendo el
desarrollo establecido en el Seminario XI, la alienación lacaniana se articula
en el meollo de la división subjetiva y en la emergencia del sujeto. Para
abordar esta cuestión Lacan (2012) propone tomar la estructura lógica del vel, ubicando que “la alienación es el vel
de la primera operación esencial que funda al sujeto” (p. 218). Es decir
que la alienación se instala como una operación que instituye la dialéctica del
sujeto.
Lo interesante aquí
es que el vel implica una disyunción,
y esto indica la imposibilidad de conservar dos términos a la vez, lo que tiene como efecto una elección. Entendemos
que esta elección es una operación completamente alejada de lo que el sentido
común nos podría indicar: no se trata de un elegir libremente sino más bien de un
eligere[2],
esto es, un “sacar o arrancar” algo… de raíz.
A
su vez, el funcionamiento
lógico que Lacan (2012) ubica en el corazón de la constitución y la división del
sujeto atañe a la operación de la reunión, en la que reunir dos grupos
sería algo muy distinto que sumarlos (p. 218), ya que existe pertinencia de
alguno de esos elementos a ambos conjuntos[3]. Lo
distintivo aquí se trata de un o
que no es pura entelequia sino precisamente un o que existe, que está ahí mismo en el lenguaje y que instaura
el hecho de que uno de los elementos
–más allá de cuál fuera la elección- implique que “su consecuencia sea un ni lo
uno ni lo otro. La elección sólo consiste en saber si uno se propone
conservar una de las partes, ya que
la otra desaparece de todas formas” (Lacan, 2012, p. 219). El vel de la alienación es entonces un y que nos obliga a elegir entre una cosa y
la otra, afirmando la imposibilidad de conciliar la contradicción entre los dos
términos[4].
Es en este punto donde
ubicamos la alienación lacaniana: un asunto de vida o muerte, de ser o sentido, “la bolsa o la vida” nos
dirá Lacan, donde el sujeto elige la vida, y esto es: el sentido. Decimos que en cierta forma esto parece ser
algo condenatorio, ya que esta elección le arranca al sujeto precisamente la posibilidad
de elegir. Mejor dicho, el sujeto mismo nace de esa imposibilidad, y esto es lo
que Lacan llamará tres años más tarde la elección
forzada de la alienación[5],
en articulación al cogito cartesiano: o
no pienso o no soy.
No nos adentraremos por este camino, pero sí podemos
articular este arrancar la vida propio
del significante con el registro de muerte que le es inherente y a su vez con su
efecto de retroacción, lo que le da así al significante la función de ser mortal
y no de responder a la lógica vital[6]. Desde
el momento en el que el sujeto nace del significante, éste lo mata en un eligere y lo hace desear, a partir de
que el sujeto se instala sobre un significante rechazado: sobre la unión de un
sujeto y un no-saber[7].
Decimos entonces que
el sujeto elige, y lo que elige el sujeto es el sentido, es decir: la significación
engendrada por un significante. No le queda otra que contentarse con la
significación (S2), y es precisamente por esta elección que quedará dividido. El
sujeto no elige el ser. Si esto fuera
así el sujeto desaparecería, se nos escaparía, y por la lógica del vel lo perdería todo: ser y sentido. Tal
como ubica Muñoz (2011) “cabe notar que Lacan se encuentra constituyendo una
noción de represión originaria y, al mismo tiempo, el inconciente, sin
conferir, no obstante, ningún ser al sujeto. O más precisamente, restándole el
ser, probando que la realización del sujeto no es del orden del ser” (p. 104).
A tal efecto es que
se produce la afánisis del
sujeto y pierde el ser: precisamente donde si bien el sujeto aparece en
una parte como sentido, en la otra desaparece (fading) a partir de la función
del S2 que designa a un S1 dándole un sentido afanisando al sujeto. Como
sabemos, el significante en su origen (S1) no tiene sentido[8].
Sin embargo,
sabemos que sólo hay en el sentido una elección posible a costa de que algo le
esté cercenado: el sin-sentido. Así, el sentido subsiste recortado del
inconciente, lo que constituye al sujeto. Esto es precisamente lo que implica
la alienación: “no es simplemente la condición del sujeto de tener que aparecer
en el campo del Otro sino que designa una relación mucho más precisa del sujeto
con el significante” (Muñoz, 2011, p 105). Así, la alienación como operación fundante
es la posibilidad de una división a partir de una elección que constituirá al
sujeto en el sin-sentido. Y más aún, la alienación es fundamentalmente una pérdida de ser que instituye la
dialéctica del sujeto.
III SEPARACIÓN: LA ESCISIÓN DE OBJETO
Siguiendo nuestro
recorrido, vemos entonces cómo lo que se dibuja entre el campo del sujeto y el
campo del Otro es el sin-sentido[9], donde
se alojará el inconciente, a partir de lo que podemos introducir la operación
de la separación, que Lacan (2002) recoge
de la escisión del sujeto freudiana, la cual se funda en una escisión que no es
la del propio sujeto sino del objeto (fálico) (p. 801).
El hecho de que
Lacan retome la Ichspaltung freudiana
para hablar de la separación nos hace pensar que en este gesto está proponiendo
una alteración radical asociada a ella. Freud (2013) nos enseña que la escisión
del yo implica “una desgarradura en el yo que nunca se reparará, sino que se
hará más grande con el tiempo” (p. 276) implicando todo tipo de perturbaciones en
lo que no será una síntesis yoica.
A su vez, sabemos
que la dialéctica de los objetos es lo que articula aquí ambos campos y deseos
(S-A), estableciendo una mediatización que
no es directa y todo un circuito. Podemos pensar que Lacan retoma el objeto
fálico freudiano para recordarnos que la dialéctica de los objetos deja al
sujeto sin respuesta directa, ya que este accede al Otro sólo a partir de una
parte, pero que no es una parte de un
todo sino lo que ha caído del Otro: el objeto a. Lacan (2002) nos dice
entonces que esta parte no tiene que ver con el todo, y que es de la partición
de ésta de donde el sujeto procede a su propio parto (p. 802).
En este sentido, no
habrá articulación posible entre el campo del Otro y el sujeto que no sea mediante
la falta (de objeto), que no sea sino a través del objeto a, y es allí donde podremos ubicar la intersección de dos
faltas: por un lado, el sin-sentido (del lado del S, como desarrollamos
respecto de la alienación), por el otro, “los intervalos del discurso y el
enigma del deseo”, lo que cae del Otro (del lado del A) (Muñoz, 2011, p. 105).
Esta segunda operación entonces, la separación, se funda sobre la lógica de la intersección de dos faltas.
Esto que Muñoz (2011)
trabaja como el hallazgo por parte del sujeto de un punto débil en la cadena
significante (p. 105) nos resulta muy interesante para pensarlo como elemento
fundamental para que la separación se dé. El hallazgo de lo que está roto en el
campo del Otro, que hace intervalo y se presenta como discontinuo a la vez; un
punto de falta en la experiencia del discurso del Otro a partir de lo cual la
separación de la cadena significante S1-S2 acarrea una pérdida de goce: Lacan (2012)
llamará a este lugar el intervalo del entre-dos
significante (p. 227). De este modo, la separación se efectúa en la hiancia
misma, en aquellos puntos de carencia donde el deseo se constituye: a partir de
allí se vuelve posible la inscripción del objeto de la falta, del objeto a (Muñoz, 2011, p. 105).
Siguiendo nuestro
recorrido, podemos decir entonces que: mientras la alienación apuntaba al Otro
como tesoro de significantes, la separación apuntará al Otro del deseo. Por eso
lo importante de esta segunda operación será el lugar del enigma. Será
precisamente en los intervalos del
discurso del Otro donde “surge en la experiencia del niño algo que se
puede detectar en ellos radicalmente – me dice eso, pero ¿qué quiere?” (Muñoz,
2011, p. 106). El sujeto no está tan seguro de lo que quiere el Otro y entonces
allí al lugar del enigma apuntarán las preguntas de los niños por todos esos por qué que ponen a prueba a los adultos (Lacan, 2012, p. 222).
Será en el intersticio del enigma, en la falta
del Otro, en el punto débil hallado donde el sujeto responda con su propia
falta, configurando su deseo como deseo
del Otro. Así, será en aquel campo Otro en el que el sujeto se constituirá
como deseante: “el sujeto viene a encontrar en el deseo del Otro su
equivalencia a lo que él es como sujeto del inconciente” (Lacan, 2002, p. 801).
Ubicamos el
siguiente movimiento: ante la falta del Otro el sujeto responde anteponiendo su
propia falta, ubicándose como el primer objeto de deseo parental. Lacan nos
enseña que no está claro cuál es el objeto de deseo del Otro, y por esto el
sujeto responde haciéndose objeto en la pregunta ¿puede perderme? ¿Qué objeto soy para el Otro? [10]. A
partir de la carencia que produce el trazado de la pulsión de muerte en el Otro
(Lacan, 2002, p. 801), el sujeto se realiza en esta pérdida y así el fantasma
de la propia muerte o de la propia desaparición será el primer objeto que el
sujeto tiene para poner en juego en la relación con el Otro. Así es que el sujeto se toma todo él mismo
como objeto, y desapareciendo él en la fantasía podrá ir estableciendo sus
coordenadas respecto del Otro. Posiblemente este pueda
ser sólo un modo en el que el trabajo de la separación puede presentarse, y
quizás también este sea uno de los argumentos para pensar la escisión del
sujeto como objeto (fálico freudiano/a lacaniano).
De todos modos, lo
que el sujeto va a colocar allí es “su propia carencia bajo la forma de la
carencia que produciría en el Otro su propia desaparición. Desaparición que, si
puede decirse, tiene a mano, de la parte de sí mismo que le regresa de su
alienación primera” (Lacan, 2002, p. 802). Continuaremos por esta vía.
IV DOBLE FALTA, UNA PÉRDIDA
A raíz de lo
explorado hasta aquí, será importante ubicar una doble falta como consecuencia
de las dos operaciones desarrolladas. En primer lugar, hemos hablado de una
falta en ser, una pérdida de ser efecto de la alienación (afánisis y emergencia del sujeto). En segundo lugar, hablamos
de la falta y desaparición del sujeto como objeto a causa del deseo del Otro en la separación.
A la lógica de la intersección o producto de la separación Lacan la aplica al deseo del sujeto. Lo
que se intersectan son dos faltas, es decir, dos deseos. El deseo del sujeto y
el deseo del Otro, que en definitiva en este momento son lo mismo: el deseo del
sujeto es el deseo del Otro. Lacan está ubicando una estructura de
intersección de elementos, donde ambos provocan una juntura que captura.
Por lo cual, “(…) no
hay respuesta directa. Una falta generada en el tiempo precedente sirve para
responder a la falta suscitada por el tiempo siguiente” (Lacan, 2012, p. 222). Es
aquí mismo donde “yace la torsión por la cual la separación representa el
regreso de la alienación. Es que opera con
su propia pérdida, que vuelve a llevarlo a su punto de partida” (Lacan,
2002, p. 802). De este modo podemos decir que la pérdida es una sola: la
pérdida del ser suscitada por la alienación, que articula el recubrimiento de
la doble falta. Sin lugar a dudas el ¿puedes
perderme? es un recurso del sujeto ante la opacidad de lo que encuentra en
el lugar del Otro como deseo (Lacan, 2002, p. 803). Así, el enigma del deseo
del Otro lo lleva a su propia desaparición a través de esta pregunta.
A fin de respetar
la extensión propuesta para el presente
trabajo damos por finalizado nuestro desarrollo, pero no sin antes decir que como
analistas estamos convocados a ubicarnos en este intervalo de la separación, a
sostener nuestro deseo como enigma y a abstenernos de responder a la demanda;
estamos convocados a relanzar la pregunta cada vez que haya algo de la captura
imaginaria poniéndose en juego, y a ofrecer sólo una parte ante el intento de
totalización imaginaria del Otro y del yo. Estamos convocados a ofrecernos como
parte, como resto caído, para dejar emerger desde allí -en el mejor de los
casos- algo que reconduzca al sujeto analizante hacia la pérdida del ser.
[1] Notas propias del Seminario “Función y genealogía en la conceptualización lacaniana”, Dra. Sara Vassallo. Clase del 21 de Abril de 2023, Facultad de Psicología UNR.
[2] Préstamo (s. XV) del latín eligere ‘sacar’, ‘arrancar’, ‘escoger’, derivado de legere ‘recoger’. De la raíz indoeuropea de coger (V.).
[3] Se puede ver el gráfico y las características propias de la lógica de la reunión en Muñoz, P. D., (2011). La lógica de alienación-separación en el pasaje al acto. Anuario de Investigaciones, XVIII (p. 103).
[4] Notas propias del Seminario “Función y genealogía en la conceptualización lacaniana”, Dra. Sara Vassallo. Clase del 15 de Abril de 2023, Facultad de Psicología UNR.
[5] Esto se encuentra trabajado en Lacan, J. (1967). Clase del 11 de Enero de 1967 en La lógica del fantasma. Psikolibro.
[6] Tal es una de las críticas de Lacan hacia Hegel, desarrollada en la clase del 14 de Abril de 2023 del Seminario “Función y genealogía en la conceptualización lacaniana”, Dra Sara Vassallo.
[7] Resulta interesante pensar la cuestión de la muerte aquí, ya que fue por medio de ella que Lacan introdujo en 1955 la lógica del vel y la función del analista en torno a la muerte. Lacan (2014) sostiene que es el analista quien aporta él mismo “el signo primordial de la exclusión que connota el “o bien – o bien” de la presencia o de la ausencia, que desentraña formalmente la muerte (…)” (p. 405). De este modo, el analista “interviene concretamente en la dialéctica del análisis haciéndose el muerto, cadaverizando su posición (…), ya sea por su silencio allí donde es el Otro (Autre) (…), ya sea anulando su propia resistencia allí donde es el otro (autre) (…). En los dos casos (…) presentifica la muerte” (Lacan, 2014, p. 405).
[8] Notas propias del Seminario “Función y genealogía en la conceptualización lacaniana”, Dra. Sara Vassallo. Clase del 15 de Abril de 2023, Facultad de Psicología UNR.
[9] Podrá verse el dibujo en Lacan, J. (2012) Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis (p. 219).
[10] Esto que será un esbozo de separación, podemos verlo en aquellos niños que se esconden y que desde su escondite ven la desesperación de sus padres. También nos permite pensar un modo en que la anorexia mental se presenta, donde la fantasía de la propia muerte y la propia desaparición se juegan hasta épocas inciertas (Muñoz, 2011, p. 107).
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Ferrarter Mora, J. (1965). Diccionario de Filosofía. Editorial Sudamericana
Buenos Aires
Freud, S. (2013). La
escisión del yo en el proceso defensivo, Sigmund
Freud Obras completas Tomo XXIII (pp. 271-278). Amorrortu.
Lacan, J. (1967). Clase 6 del
11 de enero de 1967. La lógica del fantasma. Inédito.
Lacan, J. (2002). Posición del
inconciente. Escritos 2 (pp.
789-808). Siglo veintiuno.
Lacan, J. (2012). Los Cuatro
Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Paidós.
Lacan,
J. (2014). La cosa freudiana, o sentido del retorno a Freud en psicoanálisis. Escritos 1 (pp. 379-410). Siglo
veintiuno.
Muñoz, P. D., (2011). La lógica de alienación-separación en
el pasaje al acto. Anuario de
Investigaciones, XVIII (pp. 101-111).
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